"Donar es sembrar vida en el jardín de otro cuerpo"
Aunque el alma parta, tu corazón puede seguir contando historias en otro pecho. Donar es florecer en otras vidas.
Cada día cientos de personas en Colombia y el mundo enfrentan la incertidumbre de una espera angustiosa: la lista de trasplantes de órganos. Para muchas de ellas, la esperanza de un nuevo órgano significa la posibilidad de retomar una vida plena, de volver a sonreír y de compartir con sus familias y comunidades. Donar órganos no es sólo un gesto de generosidad: es una de las expresiones más profundas de solidaridad humana, un acto que trasciende fronteras personales y tiempos, y que redefine el valor de la vida misma.
La importancia de la donación de órganos
Vida y salud
para quienes esperan
Según datos de la Organización Nacional de Trasplantes, en Colombia más de
1.200 personas están en lista de espera para recibir un trasplante (riñón,
corazón, hígado, pulmón, páncreas), y cada día se registran nuevas solicitudes.
Sin un órgano compatible, muchos pacientes enfrentan tratamientos crónicos
—como la diálisis en caso de insuficiencia renal— que desgastan su calidad de
vida y reducen sus expectativas de supervivencia. La donación oportuna puede
cambiar ese destino, ofreciendo una opción definitiva y mejorando
significativamente los resultados a largo plazo.
Reducción
de carga al sistema de salud.
Los tratamientos de
reemplazo orgánico, como la diálisis renal, generan costos médicos elevados y
demandan recursos continuos. El trasplante, en cambio, pese al costo inicial
del procedimiento y la medicación inmunosupresora, suele resultar más rentable
a mediano y largo plazo y libera cupos en servicios de urgencias y cuidados
intensivos. Así, la donación no solo salva vidas individuales, sino que también
optimiza el uso de recursos públicos y privados, beneficiando a la sociedad en
su conjunto.
Un acto
de justicia social.
La donación solidaria de órganos promueve la equidad en salud. Hoy, el acceso a
trasplantes depende, en gran medida, de un sistema regulado que prioriza a
quienes más lo necesitan, basándose en criterios clínicos y de urgencia. Al
aumentar el número de donaciones, se fortalece este sistema y se garantiza que
la ayuda llegue a todos por igual, sin sesgos económicos ni sociales.
La trascendencia humana de regalar vida.
Donar órganos va más allá de un procedimiento médico: es un
acto simbólico que, una vez hecho, marca un antes y un después en la historia
familiar y comunitaria.
La
continuidad familiar.
Para los donantes vivos (generalmente de riñón o parte de hígado), la decisión
supone un vínculo reforzado con el receptor. Padres, hermanos o amigos que
entregan un fragmento de sí mismos consolidan lazos de confianza y de gratitud
mutua. Este regalo de vida se convierte en un hito emocional que fortalece el
tejido familiar.
El legado
del donante cadavérico.
Cuando la donación proviene de una persona fallecida, el acto adquiere la
dimensión de un último gesto altruista. Las familias, en medio del dolor por la
pérdida, encuentran consuelo al saber que su ser querido ha prolongado o
mejorado la existencia de otro. Esa semilla de esperanza germina en múltiples
hogares y comunidades, extendiendo la influencia del donante mucho más allá de
su propio ciclo vital.
Una
sociedad más empática
Promover la donación
de órganos también impulsa una cultura de cuidado y responsabilidad social. Al
sensibilizar a la población en torno al valor inestimable de este acto, se
fomenta el respeto por la vida ajena y el compromiso con el bienestar colectivo.
Así, la donación de órganos se convierte en un emblema de los valores más
nobles: la solidaridad, la generosidad y la fraternidad humana.
¿Qué significa para quien lo
recibe?
Renacer
con un nuevo órgano.
Para el paciente trasplantado, el cambio es radical. Personas con
insuficiencias orgánicas severas experimentan fatiga crónica, dolor y
limitaciones diarias. Tras el trasplante, muchos describen la sensación como
“un segundo nacimiento”: recuperan fuerzas, estabilidad emocional y la
capacidad de planear proyectos de vida que antes parecían imposibles.
Reconstrucción
de proyectos vitales.
Jóvenes, adultos y
adultos mayores recuperan no solo la salud, sino también la autonomía. Retoman
estudios, trabajo y actividades sociales. Padres que volvieron a ser capaces de
cargar a sus hijos, madres que participan activamente en la crianza,
profesionales que regresan al aula o a la oficina: cada uno de estos
testimonios ilustra el impacto profundo de la donación, no solo en el cuerpo,
sino en la dignidad y el propósito de la existencia.
Responsabilidad
y gratitud
El receptor de un trasplante convive desde entonces con un sentido de gratitud
profunda. Sabe que ese órgano representa la voluntad de otra persona (o de su
familia) de prolongar su vida. Esa conciencia genera un compromiso ético de
cuidado extremo: adherirse al régimen de medicación, participar en revisiones
médicas periódicas y mantener estilos de vida saludables. Así, el acto de donar
no se limita a la intervención quirúrgica, sino que se perpetúa en el
seguimiento y la responsabilidad de quien recibe.
¿Cómo podemos
contribuir?
Informarse y
registrar la voluntad.
El primer paso es conocer el proceso legal y sanitario: en Colombia, la Ley
1805 de 2016 establece el registro único de donantes de órganos y tejidos. Toda
persona mayor de edad puede manifestar su voluntad en un documento simple, sin
trámites complejos. Compartir esta decisión con familiares y amigos es clave
para que, llegado el momento, respeten nuestra voluntad.
Difundir
la cultura de la donación
Las instituciones de salud, los medios comunitarios y las redes sociales juegan
un papel esencial. Desde charlas informativas en colegios hasta campañas en
emisoras locales, cada mensaje acerca a más personas a comprender que Donar es
Vivir. Las historias de éxito, los testimonios de donantes y receptores, y la
denuncia de mitos (como la idea equivocada de que siempre se puede “vivir” con
un órgano faltante) contribuyen a desmontar barreras de temor y desinformación.
Apoyo a
las familias en duelo
Para quienes atraviesan la pérdida de un ser querido, la decisión de donar
órganos puede ser difícil. Los profesionales de salud, consejeros y voluntarios
deben acompañar a estas familias, explicando el proceso con sensibilidad y
claridad. Así, se ofrece un espacio de contención que permite transformar el
dolor en una semilla de esperanza para otros.
DONAR ES UN COMPROMISO VITAL
Donar órganos es, en esencia, regalar tiempo de vida a otro
ser humano. Es entender que nuestra existencia está tejida con la de los demás
y que, en el intercambio solidario, otorgamos sentido a nuestra propia
historia. Cada firma en el registro de donantes, cada conversación franca en el
hogar y cada apoyo a las campañas de concienciación son pasos firmes hacia una
sociedad más compasiva.
Invitamos a los lectores de Revista ABC de la Salud y a toda
la comunidad a sumarse a este compromiso. Infórmense, compartan su voluntad,
difundan el mensaje y acompañen a quienes toman la difícil decisión de donar.
Porque en la donación de órganos reside la más grande de las posibilidades: la
de transformar la muerte en vida, la desesperanza en futuro, y la solidaridad
en un legado que trasciende generaciones.
Revista ABC de la salud.
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